viernes, 8 de octubre de 2010

IRONÍAS DEL CARIÑO II

Milagrosamente logré detener el llanto a la altura del pecho. AÚN CONTINÚA AHÍ. Jamás he llorado ese momento, ni siquiera cuando conduje ya sola, de vuelta a casa. Ni después, en la cama, mientras la angustia más terrible me destrozaba las entrañas. Jamás. El mecanismo del llanto, quizá por la presión que había ejercido sobre él, se había roto.
Me desmaquillé una vez en casa, me puse el pijama, me metí entre las sábanas, cerré los ojos y me dije: Qué va a ser de mí!!!!

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