domingo, 1 de mayo de 2011

Regalo de primavera

Inclinó aquel cubo rojo muy despacio y el agua se dejó desparramar por el suelo de la terraza. Lento pero inequívoco fue arrastrando a su paso, limpiando.
Para aquella ocasión yo me había convertido en desagüe así que pude sentirla deslizarse a través de mi.

El segundo impacto sonó atronadoramente. Violento, abrasivo.
Me subí a una altillo para otear y el agua me golpeó, salpicándome en los ojos, golpeando, golpeando...

Hubo una pausa antes de la tercera batida.
Yo aún no había conseguido recuperarme del todo. Se me habían encharcado las orejas y tenía el cabello cubierto de hojarasca.
No confiaba en poder hacerlo bien, temía atascarme irremediable, torpemente y no ser capaz de digerir el agua de un tercer lanzamiento.
Pero lo hice; esta vez fue poca cantidad y se deslizó muy despacio...

El suelo quedó limpio completamente, sin rastro.
Salió un sol gigante que se ocupó de secarlo.

Me duché una y mil veces
y el tiempo, que todo lo cura,
se encargó de hacerme olvidar
y de limpiarme a mí también..

No hay comentarios: