sábado, 30 de octubre de 2010

Virginia

Había vuelto a repetirse..
Ahora caminaba descalza. Sentía los píes fríos y la cara muerta; anduvo y anduvo por las únicas calles, por los únicos parques, intentando cruzar sin éxito alguna mirada.
Se detenían sobre su extraño atuendo, sobre la piel, cabello oscuro. Nadie se percató de los pies cansados, desnudos..

Había vuelto a repetirse..
Un sinfín de años volcados, otra vez, sobre sus ojos. Previamente los maquilló con esmero, quizás pensando que así soportarían mejor los miles de recuerdos neutros.
Dolor en los dedos, sabor en las manos y un deje indescriptible.

Una mañana herida y ese sol brillando en Estocolmo Las medias rotas, como el cabello, partidos en trozos de hielo marrón.
El nombre nuevo. Todo lo demás volvía, insistentemente, a formar parte del mismo estuche de madera.

Agua.
El puerto de Dixie Queen frente a las ojeras de muchos años atrás.
El mismo deseo de formar parte de esa espuma gélida.
Nunca hubo valor de averiguar por qué perdía siempre sus zapatos. Nunca hubo valor de averiguar quién la llamaba desde el fondo de coral.

Su piel sucia, cansada, tejida y retejida por mimbres de un color desconocido.

Tras un camino largo de paredes blancas y autobuses densos, Larema llega a casa. Una ducha pequeña la empapa por completo. Aún no ha llorado, no ha gemido y sus pies le piden, callados, dormir, olvidar, vaciar de negros velos ese dolor que repetido, se repite.

1 comentario:

Cyrano de Bergerac dijo...

Como siempre, como ese rito inevitable, me he sumergido lentamente en el océano inmenso de tus palabras, experimentando con una extraña mezcla de placer y amargura el filo sutil y fuerte de tus escritos. Gracias, Rakel.
Manuel.